Padres Primerizos vrs. Padres con Hijos
- Spring Steps
- 9 mar 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 24 jul 2020

Ser padres no es cosa fácil, ni por primera vez, ni por segunda, ni ninguna. Cada hijo es distinto, único y especial; por eso es que los manuales no pueden existir. Sin embargo, las inseguridades se dan de forma más pronunciada en aquellos que están por emprender esta aventura por primera vez. Pero, como todo en la vida, al igual que cuando vamos a hacer algo por primera vez, no sabemos ni cómo será, ni cómo reaccionaremos nosotros antes la situación presentada. Por más que tengamos todo estratégicamente planeado, por más universidad y títulos que tengamos, nadie conoce la calle hasta no vivirla.
Ser padres no es nada distinto a todas las demás cosas que en la vida podemos emprender. Y aún así, ser padres puede ser visualizado desde varias perspectivas dependiendo del lado en el que estemos. Primero, nos encontramos con aquellos que sí quieren llegar a ser padres pero que no lo son todavía. Quienes tienen creencias fuertes, que analizan desde una óptica racional y objetiva lo que observan en otros padres para ir anotando en su libreta personal lo que harán y lo que no, una vez que tengan los suyos. De esta forma, asegurar una paternidad más “fácil, estable, saludable” por ende, “mejores hijos”.
Por otro lado, nos encontramos a los padres primerizos. Los ultracuidadosos de la seguridad y la salud del bebé; enamorados de la nueva etapa, de la vida que los sorprende con este maravilloso regalo. O, por otro lado, aquellos a quienes los sorprende la vida con algo que no se esperaban pero que aquí está; donde eso que podría ser alegría para unos, es un temor aún mayor, manifestado de muchas maneras y pocas positivas. Sin embargo, enfocándonos en los primeros y esperando que sean la mayoría en el mundo, e incentivando a los segundos a cambiar su perspectiva, la llegada de un hijo siempre sorprende y asombra por el amor que nos nace y sale, y que nunca antes habíamos experimentado. Definitivamente, ser padres nos hace ser mejores personas, nos construye y edifica.
En los padres primerizos, nos encontramos con unos papás que no dejan de hablar de sus hijos, todo cuanto hacen les sorprende, les parecen los niños más inteligentes. Este asombro hace que se recopilen un sinnúmero de fotos y videos, se reúnan la mayor cantidad de recuerdos para la posterioridad. La emoción es enorme.
Además, buscan saciarse de información para poder proveer a sus hijos de la mejor crianza posible. Los libros, el internet, los amigos “experimentados”, las redes de personas en las mismas condiciones, los grupos del Facebook, todo ello y más, pasa a ser parte del día a día. Al final, esto puede causar o aumentar las dudas, los miedos, las incertidumbres de no saber si igual se irá por el mejor camino. Cuando esas respuestas que nos dan, o consejos, no se logran poner en práctica como dicen los “expertos” o los que ya han pasado por ahí, “¿por qué ellos pueden y yo no?, ¿por qué mi hijo no reacciona como dicen que debería?”, debemos recordar que todos los niños son únicos, distintos, especiales. Al final, no hay mejor consejo que confiar en nosotros mismos primero. De lo contrario, lo que se puede llegar a pensar es que no se logró un excelente desempeño como padres y, nadie nos está midiendo ni calificando. Aunque, las redes de apoyo son vitales.
Luego, nos encontramos con los padres de familia que ya han pasado por eso de la paternidad, ya no son primerizos. Los que se dan cuenta que su primer hijo no era inteligente, todos son inteligentes; que ahora, sí no se tiene tanto tiempo libre; ya no se puede estar leyendo tanto sobre la paternidad. Estos padres descubren, que al final es mejor vivir el día y tratar de hacer lo mejor que se pueda con las herramientas que se tenga. Se dan cuenta que no hay nada mejor como las redes de apoyo, aquellas familias con las que nos podamos rodear que se encuentren en igualdad de condiciones, hijos de edades similares a los nuestros. Familias con las que podamos compartir y poder dejar a los hijos jugar, mientras las adultos interactúan como adultos y entre adultos.
Los hijos de estos padres, reciben una menor estimulación que sus hermanos mayores, sus padres ya no les dedican tanto tiempo, como sí lo hacen los hermanos mayores: “los menores tienen un colmillo más filoso, aprenden de los hermanos mayores”. Por su lado, los padres están más tranquilos en temas de educación parental, no se exigen tanto como padres. Y una vez entrados en más años en esto de ser padres, son ya unos expertos. Cuando escuchan a familias más jóvenes, dan consejos, se muestran más tranquilos y se gozan al saber que ya van terminando etapas. Aún así, siempre presente la frase: “Hijos pequeños, problemas pequeños. Hijos grandes, problemas grandes”. Porque el ser padres, es trabajo de nunca acabar. Se es padre todos los días, desde la gestación hasta el fin de nuestros días.
Aunque al principio de la crianza pueden haber diferencias entre los padres primerizos y los que ya no lo son, al final todos somos iguales, padres de familia al fin. Lo que significa que somos unas personas luchadores por la autoreconstrucción de nosotros mismos, que buscamos constantemente mejorar nuestra propia versión en pro de una mejor educación para nuestros hijos. A pesar del sin fin de políticas y tendencias en educación parental, lo más importante y lo que las une a todas, es el amor manifestado que le demos a nuestros hijos; porque será al final el amor sembrado lo que los definirá como seres humanos. Luchemos por nosotros, para romper cadenas y ofrecer lo mejor que tenemos y lo más importante, sin juzgar a otras familias.
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